Imagínate tener diez años de edad y estar junto a tu hermano dos años menor que tú. Estás en una banca en la calle esperando que tu vecina llegue por ti para llevarte a estudiar pero de pronto se te acercan dos hombres y una mujer que te piden ayuda para algo urgente. ¿Qué les dirías?
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Eso fue lo que le sucedió a una familia de Estados Unidos. Jodie Norton despertó una mañana con un intenso dolor en el abdomen que la obligó a manejar a un hospital junto a sus cuatro hijos.
En el caos de la emergencia, los hijos más grandes de Jodie llamados CJ (10) y T-Dawg (8), esperaron en una banca afuera de la emergencia mientras su vecina llegaba por ellos para llevarlos a la escuela.
Durante esa espera, que inesperadamente se tornó de 40 minutos, sucedió la peor pesadilla de cualquier padre. Dos hombres y una mujer se acercaron a los hermanos Norton para pedirles ayuda. Los individuos les dijeron que por favor los acompañaran al baño para poder convencer al novio de la mujer que saliera de allí porque tenía miedo del doctor.
CJ, con su mirada inocente, respondió que no. Ellos insistieron en que fueran al baño con ellos pero los pequeños nunca accedieron. Rendidos, los presuntos secuestradores se fueron en un vehículo al que se montó otro hombre que los niños vieron salir del baño.
Jodie, aterrada al escuchar esa historia horas más tarde, quiso saber por qué sus hijos no habían querido ayudar a los maleantes. CJ le respondió: “Mami, yo sabía que no eran personas buenas porque nos pidieron ayuda a nosotros. Los adultos no le piden ayuda a los niños”. Y este, fue un consejo que ella les había dado tiempo atrás.
Esta historia puede ayudar a muchos padres para que no solo le enseñen a sus hijos a no hablar con extraños, sino a que entiendan que los adultos casi siempre le pedirán ayuda a otros adultos.
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